2. Teoría del proceso de soldadura


Para que las soldaduras se realicen con éxito debemos tener bien limpias las partes a unir en el momento del soldeo. Evitando que entre las dos superficies existan cuerpos extraños. Por consiguiente, las caras de las dos partes que se han de soldar deben limpiarse con cuidado, antes de ejercer la presión que las a de unir.

Para conseguir tal aproximación entre los átomos de ambas partes, utilizando la presión ejercida con un martillo de mano de peso aproximado a 1 kg. Tendremos que elevar la temperatura hasta los 1.300º c. A esta temperatura le llamaremos “Temperatura de calda” y la conoceremos por un color blanco chispeante.

 

A dicha temperatura se nos va a dificultar en gran medida la practica de soldadura, debido a que el hierro reacciona con el oxigeno atmosférico formando oxido de hierro y por tanto perdiendo sus propiedades iniciales de dureza y maleabilidad. Por tanto, tendremos que cuidarnos mucho de mantener el hierro fuera del alcance del oxigeno.

 

Cuando el hierro alcanza esta temperatura de calda en presencia de oxigeno, los herreros decimos, comúnmente que “el hierro se quema.” Esto ocurre cuando nos despistamos por un momento en la fragua, con el hierro en el fuego y vemos que empiezan a salir chispas. Pues bien, esa es la “temperatura de calda” 1.300º c. 

 

Veamos ahora un caso práctico de utilización de la soldadura a calda